"Los puentes tentaban a los presuntos suicidas; los puentes y la niebla con su caótica apariencia. ¡Cuántas veces, en las noches nebulosas, a su paso por los puentes, los apasionados adolescentes, ávidos siempre de sensaciones nuevas, escuchaban su llamada secreta, tentadora...! (...)
[se mete decidido en el agua; se va adentrando (en aquella parte, entre los dos puentes, el Nuevo y el Viejo, hay poca profundidad e incluso en invierno es posible llegar hasta casi el medio del río sin perder pie); el agua tira de él, lo hace vacilar; cae y aún trata de levantarse, de mantenerse, chapoteando a la desesperada, queriendo volverse atrás (oían sus gritos inarticulados, terribles), pero la corriente lo arrastra...].".
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág. 103-104
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