"Todos los años, el día de Santiago, coincidiendo con la fiesta patronal de uno de los barrios extremos, celebraban una comida extraordinaria que llamaban "la patronal", cabe suponer que en honor al santo, y que constituía un modelo en su género. Era una merienda-cena y el lugar del rito, un campo a la orilla del Miño, enfrente al de la fiesta del barrio. Antes de empezar a comer, con la ronda inicial de tinto, hacían un brindis que realizaban con litúrgica solemnidad. El más veterano alzaba su jarra y, mirando al cielo, exclamaba: "¡Dios es bueno! y ¿el vino...?", interrogación que todos coreaban acompasadamente: "Los vinos, todos buenos..." y, mirando hacia el río, "...el agua -que jamás has de beber- ¡déjala correr, déjala correr...!"."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.85
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