"Don Brandao, hombre fino y de muchas lecturas, era un canónigo portugués que se había acogido a A... (provincia fronteriza) junto con otros monárquicos, luego de una conspiración fracasada.
La abuela, obedeciendo a sua afán de coleccionar tipos raros, supongo, le había asignado provisionalmente la capellanía del palacio y lo había metido, un poco a trasmano de la opinión jerárquica, a regir la parroquia vacante, prometiéndolo el curato en propiedad."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páx. 163
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