"-Doña Zoe (persisitió el cura, sin tomar nota), sigue muy delicada, pero fuera de peligro, y Dios nos la consevará muchos años. Por lo demás, tengo orden de que nadie entre y nadie entrará. Es todo lo que puedo decirles. Espero que me disimulen esta severidad... No es culpa mía.
Una hora después, casi de noche, partían hacia A...
¡Se llevaban a Rosa Andrea y a Diego! Ni nos dejaron despedir.
El cielo se me cayó encima cuando dejó de oírse, a lo lejos, el alegre cascabeleo de las colleras."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páx. 228
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