"Desde el día siguiente, la explanada volvió a llenarse de carruajes. Venían de A... parientes y amigos, para enterarse (para curiosear). Los que eran, o se suponían, más íntimos, se quedaban a comer, y otros también a dormir. Se los encontraba por todas partes, agrupados en remusmús de mal agüero, como si fuese ya caso de pésame.
Apenas llegaron, varios de ellos se pusieron a dar órdenes y consejos, aumentando la confusión en aquella casa sin gobierno de nadie, pues Marcial no se apartaba de su hijo que seguía entre la vida y la muerte."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páx. 224
No hay comentarios:
Publicar un comentario