"A la tarde siguiente, (cosa rarísima) la abuela nos mandó llamar a los tres primos y nos retuvo en el gabinete, como si fuéramos visitas. Enseguida percibimos que no era por nada especial, sino para que estuviésemos con ella.
Nos trató con mucho cariño y nos dijo que "uno de aquellos días" bajaría a A... y volvería "con un coche cargado de cosas para aquellos nietos tan guapotes y tan valientes". Nunca la habíamos visto así y nos mirábamos con algo de susto."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páx. 218
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