"La abuela había resuelto, aquella misma mañana, bajar a Auria, nadie sabía a qué ni ella tampoco, supongo. Siempre ocurría así. Le daba de repente la ventolera, interrumpía lo que estuviese haciendo, mandaba enganchar, a veces casi de noche, y se iba con la ropa que tuviese puesta.
En una ocasión me llevo. No vio a nadie, no hizo nada. Se paseó por entre los muebles enfundados del salón, echó un vistazo a los números atrasados de "El Eco de A...", y al amanecer del día siguiente, trotábamos de regreso por la carretera. Muchas veces he pensado si aquella especie de fugas, no serían ataques de invencible aburrimiento."
Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páx. 170
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