"Fechó la hoja: 27 de marzo. Después no supo qué hacer con el folio en blanco y encendió el aparato de radio para oír las noticias locales pero no les prestó atención. Jugueteó con el último mechero que había acaparado indebidamente en el Liceo, "ellos tienen más de propaganda", no iba a importarle demasiado a Adolfo prescindir de él; lo colocó encima de una mesa cuadrada que hacía esquina y contó su botín: diecinueve mecheros, casi todos muy sencillos, de plástico, baratos, excepeto uno de plata que constituía su orgullo."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág. 15.
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