"Escuchó en la radio la cartelera de cines para ver si podía emplear el tiempo desde las ocho de la tarde en una película pero ninguna atrajo su atención; "es lógico", recapacitó, "ningún director, ningún actor es de mi época" y además no le apetecía salir, darse de bruces con la lluvia de la noche, encontrar el bullicio crepuscular de la calle de los Hornos, regresar a casa y encontrar el orden desmesurado de cada día."
José María Pérez Álvarez, Las estaciones de la muerte. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.22.
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