"En el río iban haciendo el descubrimiento de sus propio cuerpos. Se avergonzaban pudorosos de sus formas casi neutras todavía y, para vencer la timidez, hacían alardes de virilidad diciendo procacidades: "Tienes piernas cachondas, de furcia (era como solían llamar a las prostitutas). Me dejas que te las magree". "Sí, toca cabrón, toca, ¡ya verás que gustazo te va a dar"."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.34
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