"Las riberas del Miño, por su belleza, son lugares propicios -proclives- a los sueños, al ensueño, al amor...
Ella vivía cerca del río. Desde el Puente Nuevo se veía la casa: las galerías azules, la huerta, el muro terminal... La huerta se escalonaba en bancales por la pendiente de la ribera y estaba contenida por un muro alto, abalconado sobre el río como un malecón; en las riadas, el agua rondaba el muro; a veces llegaba hasta él y lo acariciba con sus manos apasionadas, temblorosas..."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.41-42
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