"Llegaron a la presa que cruza el
puente romano, de una belleza rústica incomparable, con su yedra
colgante, de modo tan afortunado que se diría que alguien la hubiese
colocado con el mayor esmero. Salieron del agua y se quedaron un buen
rato contemplándolo. "¡Qué bueno!". "¡Extraordinario!". No se cansaban
de mirarlo, de admirarlo; la yedra, colgando hasta casi tocar el agua;
el arco, perfecto semicírculo, cuyas piedras en la parte central reducen
su espesor hasta perfilar, desde la distancia, una línea pura; el
reflejo en el agua, quieta, soñadora, completando el círculo ideal...
"¡Extraordinario!". "¡Qué maravilla!". Tras una larga, intemporal
contemplación, y haberlo cruzado, como para asegurarse de la
materialidad de su existencia, siguieron río arriba.
La cañada del Loña se ensancha en el Campo de Mende, en torno al cual los montes componen una especie de anfiteatro..."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.54-55
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