"Algunas veces se atrevían ya a bajar a la orilla del río para ver el agua de cerca. Cogían en el coiñal pequeños cantos rodados -los más planos- y jugaban a "cortar la corriente". Las piedras, habilmente lanzadas a ras del agua, la tocaban intermitentemente, a saltos sobre ella, como si rebotasen contra el plano ideal de la superficie fluyente. Iban contando los saltos -"uno, dos, tres..."- al principio muy distantes, tocando apenas el agua..."
Julio López Cid. El Río. Duen de Bux, Ourense, 2008. Pág.27
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