“...y a todas tres
dejara Benito ricamente acomodadas en sendas casonas de la Montaña de
Santander.
-¿Quiéresme contar la vida de la tía, que
adolezco sin su compaña?- demandó Avelina.
-Está como una reina. Tiene un vientre así.
(...)
-Dígoos que no hay
tierra como la Montaña. Por aquellas partes todo es hartura de pan de trigo y
de compango. Caldo no se come, que es cosa de puercos; allí todo es avecica y
confitura. Sin despreciar, cuido que, quitando la casa de don Ignacio Francisco
de Deza y la de los señores Vizcondes en Vilouzás, todos los cristianos de acá
debían pasarse allá. Pero es propio –añadió con aire resignado- que, perdonando
la comparanza, no quiera la bestia salir de su corral. Bien se está San Pedro
en Roma.”
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