(Risco, Vicente: 1914. Discurso no Ateneo de Madrid)
“Entre el estruendo del mar de la vida, tú, ¡oh
Belleza!, yergues, muda e inmóvil, tu piedra solitaria. A tus pies, el Tiempo,
arrobado, te suplica: “¡Háblame, háblame tú, amor mío, háblame tú!
Pero tu palabra sigue cautiva en tu dura frialdad, ¡oh
Belleza inmutable!
(Zenobia Camprubí: 1917. El jardinero)
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