"Rostro
fino y ovalado, bajo el cual parece se ve palpitar turgente y abultado seno que
oprime con su peso bien redondeadas caderas sostenidas á su vez por gruesos y
fornidos muslos rematando en bien torneadas pantorrillas que de unión sirven á
diminutos piés, mantiénense en actitud tan lividinosa y escitante que á mas de
un buen padre inspirarían tentaciones y á algun novicio impúber chocaría su
escandaloso aspecto..
A
la derecha del citado portón elévanse dos torres perdidas entre un verdadero boscage
de parietarias y una de ellas, medio arruinada, sosteniendo su bóveda por un
milagro de equilibrio, ó cual si la sostuviesen los verdes brazos de la
trepadora yedra.
Delante
se extiende una inmensa plazuela y á la izquierda el cementerio.
Esta
fachada fué empezada por el abad don Félix de Bárcena y concluida por su
sucesor Fray Dionisio Limbrón.
Por
falta de tiempo dejamos de contemplar la fachada que mucho y bueno tiene para
mas despacio, y sintiendo una especie de asombro y de respeto atravesamos el
lindar del vetusto monasterio.
Qué
decir, ni como empezar, sin fuerzas nos sentimos, pues solo un genio puede
describir la emoción que se siente al penetrar en este desierto retiro.
Ancho
patio de estilo plateresco rodeado de esbeltas columnatas unidas entre sí por
bien redondeados arcos de entre cuyas juntas brota un desbordamiento de frondas
á través de las cuales adquiere el Sol un tinte verde y misterioso al enredar entre
ellas su rubia cabellera, es lo que á primera vista se ofrece."
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