lunes, 13 de febrero de 2017

Desde Orense á Cea (I)



 I
Desde Orense á Cea.

Amanecía: los juguetones cefirillos gemían en la enramada, las azules campanillas trepando por los árboles se columpiaban lánguidamente al soplo de la mañana y á su vaivén titilaban las gotas de rocío en su corola.

El madrugador pitirojo cantaba oculto en los alisos sentidas alboradas y en las sombrizas vertientes vagaban soñadores los genios del nuevo día.

El rubio Febo sorprendió en el baño á la pálida Luna y ésta, púdica huyendo del murmurante Miño, apenas si tiempo tuvo de recoger los tules de su flotante manto, ó bien con su apresurada fuga dejóles presos en los empinados campanarios de la ciudad del Cristo, pues aun manto de brumas se mecia sobre la poética ciudad á través de cuyas sueltas mallas tamiza el sol sus ondulantes hebras.

La campana grave y melancólica há tiempo que tocó al alba y comienzan á oírse esos vagos rumores que anuncian el despertar de un pueblo.

Los escuálidos jamelgos hacen sonar sus campanillas, el látigo del mayoral suena y la diligencia de Orense á Santiago pónese en marcha haciendo crujir su débil maderamen al choque de las ruedas en la erizada grava.

Las últimas casas de la ciudad piérdense de vista; á nuestra derecha dejamos la Alameda del Crucero con sus misterios de amor, y á nuestra izquierda, cruzado por el Barbaña, colúmbrase el campo de los Remedios con sus fantásticas tradiciones y caballerescos desafíos.

Heraclio Pérez Placer, “El Escorial de Galicia”, El Álbum Literario, 14 de outubro de 1888, nº37, páx. 3.

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