El
calor ya va haciéndose sofocante, cuando de pronto se detiene el coche, ábrese
la portezuela y nuestros asendereados cuerpos hallan descanso entre los amigos
que ansiosos esperan nuestra llegada para dar comienzo á la proyectada escursión.
La
diligencia vuelve á seguir su marcha para la ciudad de las constantes lluvias y
nosotros encaminamos nuestros pasos hácia la cercana villa, la antigua Cea
donde todo está preparado con anticipación á nuestra llegada.
Treinta
son los comensales, entre los que tenemos el gusto de conocer al notable
escritor Sr. García Vázquez con sus hermanos, uno de ellos recién llegado de
Filipinas y que viene ansioso de ver á su sin rival Galicia.
También
estaban los simpáticos hermanos Rodriguez Sierio, futuro legista uno, doctor en
ciernes otro y ambos alegres compañeros de la Universidad Compostelana, el
reputado médico Sr. Cabo, el distinguido alumno de San Clemente y Villar,
Secundino Francos el Lovelace de Cea y otros varios.
Magníficas
escopetas, escelentes perros de caza, mulas del país propias para el escabroso
camino que íbamos á emprender, todo estaba pronto y dispuesto.
Asi
es que despues de mútuas presentaciones, en agradable confusión emprendimos
nuestra alegre caminata.
Pero
ántes de que á Cea dejemos, ya que á cuento viene, hablemos algo de la
antiquísima villa, que si hoy solo es conocida por su escelente pan, motivos
tiene de sobra para sacarla del olvido en que yace y ende mas hoy que está de
moda sacar á relucir las antiguallas.
Antójaseme
que alguien me ha de criticar por echármelas de erudito, pero sin cuidado me
tiene, pues al escribir, ni laudes busco, ni en pós de gloria voy, y sí distracción
y ocasión de complacer á los amigos que, cual en la ocasión presente, me lo
piden.
Heraclio Pérez Placer, “El
Escorial de Galicia”, El Álbum Literario, 14 de outubro de 1888, nº37,
páx. 3.
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