Estuvo en pie, vivió,
fue risa, lágrimas,
alegría, dolor,
pero amaba la vida.
Caminó entre nosotros.
La mañana era cosa
de sus manos alegres,
zurcidoras, abiertas.
Solía alimentarnos
de pétalos o besos
sin cesar desprendidos.
Dejó su nombre puro
solo frente a la noche:
Lucila o siempremadre.
Ahora yace aquí,
donde la lluvia canta
al pie de un montealegre.
Bajo la tierra el agua
acaricia sus huesos.
Ella amba la vida.
José Ángel Valente, A modo de esperanza,(1953-54)
Obras Completas I, Círculo de Lectores, 2006, pág. 70
("Educado entre mujeres", como él mismo solía recordar, y muy unido a su tía-madrina Lucila -figura que aparece en algunos de sus poemas-... pág. 11 de la "Intoducción" de Andrés Sánchez Robayna)
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