martes, 31 de diciembre de 2013

Un pasadizo estrechísimo

"Mi tío estaba acompañado solamente por el Carano, su espolique de turno, frente a la entrada del callejón de Santa María. Era un pasadizo estrechísimo, en forma de gradería, de unos cuarenta escalones que bajaban hasta la plaza de la Verdura, flanqueado por el muro de Santa María la Mayor y por una casa también muy alta de unos carniceros llamados los Sordos. Ni el templo ni la casa tenían ventanas que diesen al callejón. (...)
-¿Qué llevas ahí?- le había dicho, cuando cruzábamos la plaza del Trigo, el cirujano Corona, un hombre muy distinguido, de rostro noble y ajudiado."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.212-213

lunes, 30 de diciembre de 2013

Los soportales de la calle del Cardenal Cisneros

"Los soportales de la calle del Cardenal Cisneros ofrecían un aspecto conspiratorio y un tanto teatral. Cada pilarón del soportal abrigaba en su sombra a unos cuantos caballeros de capa y de bimba; sombras ellos mismos en aquella obscuridad que hacía aún más maciza el farol de petróleo iluminando semicircularmente un trecho breve de la calle, que no alcanzaba, en todo su ruedo, a media docena de pasos. Soplaba el viento helado y, por momentos las bruñidas losas de la calle relampagueaban con los lampos lunares que se metían por entre las nubes, delgadas y veloces. A cada tramos de las repentinas luces del cielo, los murmullos de los del soportal se interrumpían, como denunciados por aquella fosforescencia que todo lo encendía de vivísimo azulplata."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.212

domingo, 29 de diciembre de 2013

Praza do Ferro


                                                "A praza do Ferro
Manuel Vidal
é a encrucillada
das letras galegas,
onde resoa o manacial
incesante do verbo
de Otero Pedrayo.

Está habitada polas sombras
do paso de Vicente Risco,
que acode co seu paraugas,
e cúspelle á vida,
ó arrecendo
de esencias orientais.


Marca o permanente tránsito
de López Cuevillas, Xocas
e Eduardo Blanco Amor.

José Ángel Valente
vai á procura
de Augas Quentes."

Xosé Manuel del Caño, poema inédito, 2000
(Extraído do libro: Ourense, craro río, verde val; escolma de Marcos Valcárcel
Concello de Ourense, marzo 2001)

sábado, 28 de diciembre de 2013

El Casino

"Rugía en los jardinillos un helado noroeste. Los plátanos de la Alameda del Concejo se doblaban como vencidos por una fuerza silenciosa, pues dentro de la sólida estructura de piedra del viejo palacio, en la que estaba instalado el Casino, apenas se oía el vendaval. Durante mucho rato estuve pegado a los vidrios de la galería viendo caer las ráfagas del agua oblicua, transparentadas por repentinos temblores de luz. Más allá del café de La Unión, las casas se perdían en borrosas siluetas, como evaporándose en grises esfumaturas."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.211-212

viernes, 27 de diciembre de 2013

Zurra al Eucodeia

"-Me han dicho que vas a zurrarle al Eucodeia. (...)
-¿Dónde será la cosa?
-En el callejón de Santa María la Madre. Él baja por allí, a eso de las once, de vuelta de la casa de su querida.
-No exageres, tú -terció mi padre-; viene de la tertulia del gramático Arce.
-Yo sé lo que me digo. Lo de la tertulia es el tapujo. De allí sale a las diez, y se mete, luego de dar una vuelta, en la rúa de San Pedro, que es donde tiene la coima, una tal Castora... Todo se sabe...

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.210

jueves, 26 de diciembre de 2013

Liando un cigarrillo

"El pincerna no se atrevió a decirle que estaba muy excedida la hora reglamentaria para tener abierto el templo. Y no sabiendo qué hacer, salió a la nave lateral y encaramándose en el borde del enterramiento de un obispo, terminó sentándose encima de la mole yacente liando un cigarrillo."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.194

miércoles, 25 de diciembre de 2013

"La mística Tarpeya"

"Di la vuelta por los soportales de la plaza del Trigo, tanto para guarecerme de la lluvia como para librarme de una posible vigilancia desde los balcones de mi casa.(...)

 Entré en la catedral por la puerta del Reloj.(...)

Salí cuando se alejó el dignidad, y me detuve tras un haz de columnas, espiando quién había en la nave del Rosario, pues si algún conocido me veía me haría echar de allí, como otras veces.(...)

Apretando los dientes y los puños, como si temiese que la determinación que allí me llevaba pudiera escapárseme por algún lado del alma o de la piel, me encaminé resueltamente hacia la capilla del Cristo. (...)

Venía de las naves del Rosario la voz alada de los niños de coro que jugueteaba en el aire, puerilizando el rezo.(...)

martes, 24 de diciembre de 2013

En el silencio de la siesta

"Al entrar el fiacre por la calle de las Tiendas, en el silencio de la siesta, oyóse redoblado el ruido de las herraduras y el campanilleo de las colleras. Apenas puse pie en la rúa, asomáronse las tías, apiñadas en retablo, en una ventana del segundo piso, y Joaquina, que oteaba por otra del tercero, aspó el braceo de las alarmas y desapareció, arrepiada de urgentes avisos."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.165

Toda la pendiente de Amoeiro

"El Barrigas sofrenó a los pasajeros y quedamos un rato envueltos en una nube de polvo. Bajamos al paso toda la pendiente de Amoeiro y al llegar al valle los caballos fueron puestos de nuevo al trote largo. Por entre los negrillos y cerezos que bordeaban el camino..."
 
 
Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.164

lunes, 23 de diciembre de 2013

La lógica presencia del templo

"A la distancia del tiempo y del espacio sentí con toda claridad cuánto había en aquella ligazón, de costumbre, de cotidiano pacto, de no sé qué sedimentación hecha de imágenes reiteradas e ininteligibles, de experiencias obscuras, de infinitos y mudos diálogos, entre tan fuerte inercia y la tierna y lenta construcción de mi vida, de mi conciencia de ser; todo condicionado por la lógica presencia del templo y por la ilógica consecuencia que desplazaba de sí, envolviéndome, arrastrándome, enajenándome con poderes situados más allá de lo visible, de lo comprobable, que me hacían vivir todo lo demás, aún las cosas más inmediatas, en su dolor y en su goce, más veraces, como provisionales modos del existir."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.152/153

domingo, 22 de diciembre de 2013

Melancolía de los bloques de piedra de mi ciudad

"En aquella imponente plataforma telúrica, donde aún se rezagaban  algunos gestos de la invernía, me di cuenta, por vez primera, hasta qué punto estaba yo apresado entre los bloques de piedra de mi ciudad, en su trabazón segura, antigua, protectora; y hasta dónde me era ajena, casi hostil, la agobiante suntuosidad natural que rodeaba aquel islote de enfática estructura, pues no había casa alguna hasta las de la primera aldea tributaria, que se agarraba, allá arriba, a los costurones del suelo, como un pardo nido. La nostalgia se me iba haciendo insoportable y apenas alcanzaba a mitigarla encaramándome, al atardecer, a un alto peñasco de la crestería que daba borde final a la meseta, siguiendo con la vista la línea azogada del río hasta el contorno, más adivinado que visto, de la ciudad, casi siempre esfumado en la distancia, bajo la bruma. Y lo que acentuaba de modo más preciso mi tristeza era un pequeño codo, muy curvo, de la carretera que iba de Vigo a Auria, que era lo único que se veía de ella en el rodapié del altísimo repecho; blanquísimo tramo alegre, entre el severo verdor de un pinar.

El Pazo de Amoeiro

"Tres meses duró mi secuestro en el Pazo de Amoeiro, casón de la familia de los Castrelo, antigua residencia señorial y, en aquel entonces, centro de ricas tareas de labranza y ganadería y de mimosas vegas de vino en Santa Cruz de Arrabaldo y en el Ribero de Avia. 

(...) El pazo era una inmensa  residencia sillar con patio almenado, balconadas y chimeneas monumentales, que alzaba su orgullosa silueta de castillo al borde del planalto de Amoeiro, abarcando el curso del río Miño, entre el hondo valle central de Auria y las tierras más abiertas del Ribero, con sus verdes múltiples y jugosos.

(...) para echar la partida de tresillo con el párroco de Trasalba, que venía cada noche a caballo, impulsado por el terco vicio.

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.148/149

Mangana, el faetón

"Ya próximos a nuestro zaguán advertimos que estaba enfrente un coche, en dirección contraria a la que íbamos. Los relámpagos nos permitieron identificar un faetón de la empresa del Mangana, con tiro de fuertes caballos, cuyos atalajes mojados brillaban con las descargas eléctricas."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.146

sábado, 21 de diciembre de 2013

Gotas tempestuosas

"-Ya me parecía a mí, este bochorno...! El cielo muéstrase opaco y amenazador -no bien lo había dicho, un trueno retumbó propagándose en ecos por las rúas.  En el cruce de las calles se levantaron remolinos de polvo y papelorios. Apretamos el paso en la obscuridad, con tiempo apenas suficiente para alcanzar los soportales de la Plaza Mayor, cuyo espacio central recibía ya, con rumor atamborilado, el golpeteo de las gotas tempestuosas. Salían en aquel instante, retrasados por la insubordinación de las fiestas, de los bajos del Ayuntamiento, los faroleros, abultados por sus grandes corozas de paja para la lluvia que les daban un aire de mascarones ebrios. Llegaron chorreando, sólo con cruzar, y aplicaron a los farolones del soportal la estopa chisporreante, metiéndose luego por la sombra de las callejas dejando tras sí el tufo del petróleo.

(...) Pepín Pérez, el cronista social de El Eco de  Auria, distinguido poeta local y pianista del teatro...

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.144/145

La liberalota

"Era éste otro indicio más de que las familias de Auria habían condenado a mi madre, a "la separada", a "la liberalota", al silencio, que era la condena a muerte social que ditaban aquellos farsantes."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.144

La retreta

"-Hace un instante, si no me equivoco, se oyó la retreta del cuartel de San Francisco. Debéis de estar a punto de pasar al comedor..."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.143

viernes, 20 de diciembre de 2013

Las querindangas

"Iban a verse con sus querindangas baratas en sórdidos tabucos instalados en las casas de pajabarro de los arrabales, por la Puerta del Aire, en la antigua judería."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.143

Un apoplético magistrado

"Nos encaminamos a la abominable casa de los Cardoso, en la calle de Santo Domingo, cuyo jefe era un apoplético magistrado de la Audiencia, hijo  de un abad de aldea y de una criada, casado con una ricachona adusta y solemne, y famoso por sus tragaderas y por su estupidez judicial."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.142

Una follateira

"En cambio me consintió detenerme unos instantes en la plaza del Corregidor, donde otra muchedumbre, no menos sensual y herética, hervía de actividad y de excitación celebrando una follateir: misteriosa fiesta de Auria, reminiscencia, quizás, de cultos báquicos del latino colonizador. Mas apenas pude entrever, entre el gentío apiñado, una especie de templete, de tablas, cubierto de verde pinocha y de ramas de laurel y vid, donde un viejo  y una vieja, al son de cantigas y panderos, batían leche en rojas ollas de barro, con miradas y gestos de evidente concupiscencia, todo en medio del más ruidoso desenfreno y algaraza de la plebe, que bailaba al compás de rústicos instrumentos y se agrupaba, cantando y pataleando, a la puerta de las tabernas, con la taza de vino en la mano y bajo las guirnaldas de los versícromos farolitos de papel, que acababan de encender."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.141

Troupoloutrou

"Al salir de allí, ya casi anocheciendo, pasamos por la plaza de la Sal, en el barrio popular, donde había un troupoloutrou de gaitas y tamboriles y se danzaba co furioso denuedo, a lo suelto, entre una polvareda tan cálida como si fuese el resplandor de una hoguera."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.140

jueves, 19 de diciembre de 2013

La procesión del Corpus

"Nos asomamos a todas las bocacalles que nos fue posible, durante un par de horas, para poder ver pasar íntegra la grandiosa procesión media docena de veces. Las rúas hallábanse alfombradas de hinojo en todo el trayecto. Todos los balcones y ventanas lucían hermosos reposteros, colchas de ricos géneros o colgaduras con la bandera nacional. Tanto esplendor justificaba nuestras carreras, en las que terminé por perder la cadencia de mi paso. El principal altar de los varios que había en el trayecto, en que se entronizaba momentáneamente al Santísimo, para cantarle los motetes, estaba en la plaza de los Cueros, frente a la casa de las Fuchicas y allá nos encaramamos, a su alto alero, para poder abarcarlo todo en una visión de conjunto."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.135

La expulsión de los diablillos

"Antes debía ir con las tías a la catedral  para asistir a la ceremonia de la expulsión de los diablillos, que tenía lugar los días de la Santa Cruz y del Corpus Christi (...)

  Yo sentía una gran ansiedad por ver a los desdichados posesos, cuya descripción me había hecho tantísimas veces, llena de aracaicos terrores, la criada Joaquina. Ella mismo había tenido una hermana tan infestada por el genio del mal que tuvieron que llevarla varias veces a la Romería de los Gozos y otras tantas a la de los Milagros, antes de haberse visto libre en la que hizo al Cristo de Auria de aquella bestial intromisión, pasándosele en tales esfuerzos la flor de los años y quedando luego tan estragada que murió pronto de las resultas, pero al menos murió en la gracia de Dios.

  No bien entramos en la catedral ya oímos unos gritos, como bramidos de animales, que fueron precisándose a medida que nos acercábamos a la capilla del Cristo, hasta que se concretaron en palabrotas y juramentos que lanzaban aquellos infelices."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.132

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tedio estival

"Entré en mi cuarto, aburrido. El bravo sol de junio se cuajaba, como un gran lingote, en el hondo socavón de la calle de las Tiendas. La ciudad agalbanábase en el ahíto pasmo de la siesta fiestera, después de los azacaneos y tareas del trajín matinal, recostada en el sopor de las comerotas. Me arrodillé en la cama, sobre las almohadas para alcanzar bien el aféizar. La catedral era como un inmenso monstruo durmiente, como si ella misma estuviese haciendo la digestión laboriosa de las muchedumbres que aquella mañana habían entrado en su vientre.

 El David prolongaba su nariz colgante en un moco de sombras y las manos apenas se sostenían contra el instrumento, ablandadas en una flojera de fatiga."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.131

El mejor guiso de lamprea

"-Toma para un trago, venerable Joaquina; cierto es que el zorro pierde el pelo y no las mañas. Sigues poniendo el mejor guiso de lamprea de todo este obispado y provincia. ¡El mejor, Quina, el mejor!-exclamaba sin dejar de masticar ruidosamente-. El mejor incluyendo el convento de Ervedelo donde hay un lego cocinero, ¡Dios lo bendiga!, que tendría que ser cardenal si las cosas de la jerarquía anduviesen como debieran andar. Y mejor que el cocinero de Su Ilustrísima, a cuyo episcopal pesebre va a parar lo mejor que da el río Miño. ¡Perdón, señoras y caballeros, pero para mí la lamprea es la verdadera misa mayor de este día!

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.125-126

martes, 17 de diciembre de 2013

La ceremonia litúrgica

"Llegamos cuando ya estaban en los kiries. Cruzamos las naves del Rosario, a donde llegaban las oleadas de incienso y el espeso pleamar de la música. Teníamos que alcanzar el sitio, entre el presbiterio y el coro, reservado, en aquella ocasión, para los niños comulgantes. (...)

La capilla de tiples, salmistas, tenores,  barítonos y sochantres, reforzada, como en todas las grandes ocasiones, por elementos  del ilustre Orfeón Auriense y por una orquesta adicional  de oboes, clarinetes, flautas y el delicado mundo de las cuerdas, era, de tanto en tanto, envuelta, arrollada, aniquilada por el vendaval del órgano grande, centro, excipiente y norma de aquella tromba musical.

(...) Las familias principales, revueltas con los fieles de toda condición, se colocaban donde podían en el amplísimo espacio de los brazos del crucero, colmados de gentes. (Esto era lo que hacía que las familias de Auria abominasen de la basílica, pues en las parroquias se les asignaban lugares especiales).

lunes, 16 de diciembre de 2013

Luisito vestido de primeira comunión

"Después del día de Vísperas, aturdido de campanas, transitadísimo de aldeanos y forasteros, con su vistoso "folión" nocturno en la Alameda del Concejo, el limpio cielo negro del verano triunfal surcado de globos de papel, las repentinas corolas de los cohetes de lucería, abriéndose al final de su alto tallo de chispas, las ruedas de fuego y los "castillos" de bengala y la caprichosa iluminación "a la veneciana...

(...) Entre los primeros que llegaron a verme estuvo Ramona la Campanera, envuelta en su tufo de aguardiente mañanero, que subió un instante, entre dos toques, a felicitarme, y Matilde, la pobre tullida que pedía limosna en la gradería de entrada a la catedral.

domingo, 15 de diciembre de 2013

La oscura rúa de San Pedro

"Parece ser que el tío, no bien llegado, se encontró con el canónigo Eucodeia, al atardecer en la oscura rúa de San Pedro; y, cogiéndolo de un brazo, le amenazó, de buenas a primeras, "con romperle la crisma, o mejor dicho, el cráneo, que la crisma era demasiada cosa para un canónigo"."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.100

Xeló, o sereno

"-¿E logo vostede, alma de cántaro, non sabe que andan por aí apoñéndolle o conto da Pelana, dicindo que foi nesta casa onde se deron os cinco pesos para emborrachar a Xeló, o sereno, e que deixase entrar as mulleres na Catedral? ¡E aínda as defende...!

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx. 98

sábado, 14 de diciembre de 2013

"La Pelana"

"Los hechos ocurrieron así: popularmente se conocía a la Pelana, propietaria de la casa de lenocinio más lujosa de Auria (...)

En los últimos tiempos su palidez se había extremado en pocas semanas, hasta adquirir un tinte amarillento, como pajizo, y sus ojos se habían ido hundiendo tras unas ojeras papudas y salientes, como de borracha. El rumor de que una grave enfermedad la minaba se hizo certidumbre cuando la criada del médico Corona dijo, en el lavadero público de las Burgas, que "la Pelana tenía un cáncer abajo.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El abad de los Dominicos

"Se enfrascaron luego en los pormenores de mi traje y discutieron, con enfadosa prolijidad, si tomaría la comunión de manos de Su Ilustrísima, en la misa grande de la catedral, o del abad de los Dominicos en la iglesia nueva: un horrendo armatoste de piedra y mármoles recientes, costeado por los maragatos y que era la iglesia preferida por la buena sociedad de Auria"

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx.86

¡Hala para casa, pillabán!

"Y con la misma, sin soltarme ni decir más palabras, cruzamos el claustro gótico, y, poniéndome en la puerta de la calle del Tecelán, me dio suelta como a un gorrión hacia el lucerío de la rúa, diciéndome mientras me alejaba: (...) ¡Hala para casa, pillabán!"

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997,  páx. 78

jueves, 12 de diciembre de 2013

¡Qué andarás tú tramando por aquí, perillán!

"¡Qué andarás tú tramando por aquí, perillán! ¿De dónde te viene esa manía de andar por la catedral cuando no hay nadie?" Luego me pellizcaba los carrillos y me mandaba para casa, no sin antes advertirme, una y otra vez, casi con las mismas palabras: "El templo es para el culto y no para venir a él cuando no hay nadie ni ocurre nada, a pensar tonterías. Si sigues así serás un hombre triste y raro. ¡Hala, líscate para la calle!"

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997,  páx. 76

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Capilla del Santísimo Cristo

"Entré en la capilla del Santísimo Cristo, que a tal hora se amodorraba en una sombra espesa llegada
de los rincones, con olor a pábilo y a siglos, tan sólida que parecía sentirse, al andar, su resistencia como una mano blanda, inmensa, posada contra los huesos del pecho.

(...) En los testeros laterales los retablos renacentistas del Descendimiento y de las Mujeres de Jerusalén sosegaban, con un patetismo más noble e indirecto, el "tempo" apasionado de aquel rapto de la madera.

Cuando todo estuvo ordenado en sus justos términos y luces adecuadas, sentí que me volvía la tentación, casi incontenible, de otras veces y quise huir, también como otras veces, pero aquel día no pude.

(...) y descorrí la cortina de un tirón.

Consciente de la violación  volví, con la cabeza baja, sin mirarlo y me arrodillé de nuevo en el comulgatorio. Allí estaba, frente a mí, tan cerca como sólo lo habían tendio los oficiantes, desplegado como una inmensa voz que venía de todas partes, como un vivo resplandor hiriente que me envolvía. Sí, estaba allí con su brutal severidad, su costillar escueto, sus descarnadas tibias de osario, sus larguísimos brazos de embalsamado. Las manos y los pies desdibujábanse hacia lo obscuro en una especie de borrosidad carcomida, y el pelo de muerto le caía, lacio y lateral, sobre la mitad del rostro hundido en la clavícula, hasta mezclarse con la barba larguísima, también de pelo natural.

De la cintura, increíblemente consumida, pendía, en vez del sudario, un faldellín de terciopelo carmesí, con franja de amatistas y brillantes que, por contraste, hacía resaltar, aún más patética, aquella tremenda muerte esculpida. La media cara visible, a través de la lacia pelambrera, mostraba una demacración de mejillas hundidas y pómulos gangrenosos y salientes, y el párpado recogía, en su grieta, un hilo de luz distante elaborándolo en reflejo de lágrima sobre la revuelta pupila.

Allí estaba, frente a mí, el Santísimo Cristo de Auria...

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, capítulo XII, páx. 66-73

Fotos extraídas de: www.ourenses.com

martes, 10 de diciembre de 2013

Entrada á Catedral

Porta Norte
"Traspuse el patín desierto y furiosamente asoleado, y entré en el templo por la puerta del Perdón. Crucé la nave del Rosario, esquivando la amenaza del San Jorge, con su lanza suspendida sobre el dragón del aire, arbitrariamente adosado a una pared por un juego de grapas que mantenía el gran caballo de madera con su jinete en un galope áptero de naturaleza increíble.

No sabía bien a lo que iba. Muchas veces entraba en la catedral así, sin designio cierto. La inmensidad de su estructura, su silencio, el color y el olor de su atmósfera, sin duda influían en mi estado moral y físico, nunca supe si para bien o para mal. A veces era como si aquel silencio me redujese a mí mismo, cuajada de pronto la interna dispersión en un punto de interior solidez; y otras, en cambio, me sentía como desleído en sus penumbras, como sorbido por un grato y moroso vampirismo que me postraba en una tibia inmovilidad de desmayado."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997,  páx. 66

Foto extraída de internet: Noniloo (elpasiego.foroactivo.com)

domingo, 8 de diciembre de 2013

A lo lejos,...

"... las cimas de Montealegre con su dolmen crucificado, y en la otra banda del valle el lomazo de Santa Ladaíña, pelado, ascético, con su solitaria ermita ventosa y su media docena de pinos cimeros, como la peina de un pavo real. Y más allá la sierra del Rodicio, sombría, violenta, como una rueda suplicial surgiendo entre una boira color cardenillo."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, páx. 36

Cudeiro, Gustey, Lonia...

"Vivía, la más del año, en su casona patrimonial, en el planalto de Gustey, abarraganado con una criada que contaba con heredarlo, pues tenía edad para ser hija suya."  páx. 32

"Un día que me llevaba mi padre de paseo por la carretera de la Lonia..."   páx. 32

"Cuando los jamelgos iniciaron, con unos resoplidos insospechables en tan escueta anatomía, la ascensión de la cuesta de Cudeiro, mi curiosidad comenzó a estorbarme físicamente."  páx. 35

"En el comienzo del altiplano de Gustey, Barrigas pidió licencia y se fue a echar un vaso del tinto al mesón de la Társila..."  páx. 36

"Tenía mamá veinticuatro años y él poco más cuando se casaron calladamente, casi sin noviazgo visible, en la capilla del pazo familiar de los Torralba, en el planalto de Gustey." páx. 56

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997

Bichín, estuvo tu padre a verme...

De un brinco me senté en la almohada.
-¿Cuándo?
-Anoche. Me mandó un propio al anochecer y hemos hablado un momento, en el callejón de San Martín.
-¿Te vieron?
-Creo que no; todavía no habían pasado los faroleros.

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo IV, páx. 28

sábado, 7 de diciembre de 2013

¡Hoy, congrio gordo...!

"... y el Zúmballo, viejo gigante tuerto, de larga capa cobriza en toda estación, que matizaba las mañanas de Auria con el cabrilleo marinero de sus pescados lanzados en pregón desde las esquinas, unidos al nombre de sus vendedoras, en la Plaza de la Barrera:
-¡Hoy, congrio gordo...! ¡Lo tiene la Eudoxia! ¡Sardinas vivas! ¡A real, a real! ¡Las vende la Canóniga...!"

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo IV, páx. 24

A veces se le encontraba paseando al sol...

"... por la carretera de Los Gozos o de Ervedelo, acompañado del presbítero familiar; pero allí, fuera del casco pétreo del burgo, transfudido en un blando paisaje de álamos y praderías, Su Ilustrísima perdía mucha de su significación y casi toda su imponencia..."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo III, páx. 22

Monstruo hidrópico

"...y a la catedral, en le verso de un poeta excomulgado, monstruo hidrópico, obedeciendo también a razones de inextricable sentido"

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo III, páx. 21

viernes, 6 de diciembre de 2013

Descripción de Auria

"Pero Auria no era un pueblo religioso. (...)
Pero Auria no era nada de eso; nada cubil, empezando ya por su ser en naturaleza y paisaje. Tendíase en la caída de un alto castro barbado de pinos, a lo largo de un río lento, ancho, patriarcal, que corría por entre viñedos buscando los valles del Ribero con su alegría frutal y su pachorra disnosíaca. Una literata le había llamado, con trabajada frase decimonónica, "bacante tendida entre viñas"; y las alabanzas antiguas, las de los itinerarios clásicos, las de los poetas medievales y de los escritores más hacia nuestros días, se referían a ella con elogios para su condición de abundancia y gozo en la producción y en el uso de las cosas que halagan el sentido. Las leyendas de glotones y recuento de célebres comerotas contaba por mucho en las tradiciones de la ciudad. Y en otro orden de cosas, todos los años recibía la Inclusa buena copia de críos nacidos de tapujos de la lujuria o de secretos amores; y, por su parte, los productos legítimos de los matrimonios eran célebres por su abundancia; todo lo cual prueba que las actividades de los aurienses distaban mucho de ir, tanto en lo normal como en lo clandestino de las costumbres, por las duras vías del ascetismo y del renunciamiento.
No; a pesar de la aparente fisonomía que le prestaba la "sociedad" beatona, Auria no era un pueblo religioso."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo III, páx. 21

Las capillas de la catedral

"Mas cuando algún hombre o alguna mujer llevaban en el alma, como una escaldadura, uno de esos problemas de conciencia o de conducta que rebasaban con su tumulto la organización de las ideas y sentimientos, entonces era a la catedral donde iban a buscar, en su tibia penumbra materna, la paz, el sosiego, la redención por las calladas lágrimas, y no en el esplendor solemne de las grandes naves, sino en los rincones penumbrosos de las capillas: en el Santo Cristo, en Nuestra Señora de los Ángeles, en el Jesús de los Desamparados..."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo III, páxs.21

jueves, 5 de diciembre de 2013

La catedral, el puente de Trajano y los aurienses

"La catedral figuraba como la más hermosa anécdota de su pasado -junto con el puente de Trajano-, como un bello anacronismo enfáticamente ignorado más allá del orgullo que causaba en los aurienses su presencia corpórea, material."
(falando de Auria)

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo III, páxs.19

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Auria fíxose verba

Primeira vez que Auria aparece citada:

"Auria, mi ciudad natal fundada hacía dos mil años como una necesidad militar del Imperio Romano, y habitada y enriquecida luego, como punto termal, por funcionarios y señores coloniales, pasaba hogaño por ser un pueblo enteramente sometido a la Iglesia, por un "pueblo levítico", como decían los progresistas locales... Pero no era verdad. Auria, al menos en el mayor número de sus gentes, no era "levítica", ni "nea", ni "ultramontana", ni nada que cupiese cabalmente en los tonantes epítetos del liberalismo."

Eduardo Blanco-Amor, La catedral y el niño, ed. Galaxia, Vigo 1997, Capítulo III, páx. 19

martes, 3 de diciembre de 2013

A catedral e o medo

"Desde muchas generaciones las gentes de mi familia habían nacido, vivido y muerto en una casa de tres pisos, situada frente a lo que debió haber sido la fachada principal del templo. Nos separaba de él la calle de las Tiendas, cuya anchura podían cubrir tres hombres cogidos de la mano. La galería de nuestro tercer piso alcanzaba apenas a la altura del arranque del gran pórtico exterior que daba al primitivo acceso a la nave principal; pues el templo estaba armado sobre los desniveles de la ciudad contruída al caer de una montaña, y por el lado que enfrentaba a nuestra casa se interrumpía bruscamente sobre un muro coronado de un balaustre, que tenía en su parte inferior, donde habían sido las antiguas bodegas y criptas, unos tabucos abiertos a ras de la calle, en bóvedas de medio cañón, ocupados por unos hojalateros, inquilinos del Cabildo, que llenaban la fimbria de las cercenadas bóvedas con el cabrilleo de los enseres de su trato. Realmente el templo había sido como guillotinado allí por la fantasía munincipal, que le amputara, dos siglos atrás, una magna escalinata, la cual, partiendo del pórtico, bajaba a través de lo que luego fue nuestra manzana, hasta una calle que seguía llamándose de la Gloria, aunque estaba, en aquellos hogaños, toda ella ocupada por fragantes tabernas.

lunes, 2 de diciembre de 2013

La catedral

La catedral, como casi todas, estaba en medio de la ciudad, y era, también como las demás, un inmenso navío entre pequeñas embarcaciones movedizas, un gran señor entre vasallos obscuros, un príncipe de la Iglesia entre la turba polvorienta de los fieles arrodillados...

Su cuerpo subía propagándose en el aire, sin una duda, tan seguro en su vertical soberbia, con los contrafuertes tan adheridos a su tronco de graníto, como si en vez de apoyarse en ellos fuesen excrecencias rezumadas de su inmenso poder.

No era una catedral cuajada en el gesto primario de una expresión unánime, naciendo y muriendo en el suelo del mundo, después de haberse consentido apenas una aérea evasión de bóvedas y arcos de medio punto, destinados a probar la energía ascensional de la idea divina para humillarse de nuevo sobre la osamenta del planeta.

Ni era divagatoria y silogística, afirmando la fe por lo absurdo con una dialéctica de ojivas, empeñada en alcanzar a Dios mediante el rítmico escalonamiento de unas razones de piedra.

No era, tampoco, al menos de un modo unilateral, retórica y conceptista, perdida de sí misma y de su sino, en las metáforas de los arcos quebrados, de las columnas centrífugas o de las pirámides sosteniendo esferas: símbolos de una demostración espiritual que niega leyes a la materia, con los vórtices delirantes de las balaustradas, ménsulas, cartelas, florones, bestiarios... cayendo en cataratas o volando en pesadillas por muros, torretas, cornisas y fachadas.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Imaxinade a Molière imaxinando en Ourense unha comedia

Jean-Baptiste Poquelin "Moliére", 1622-1673
   De ser Molière indíxena de Ourense e habita-los limoeiros e as figueiras que describe a marxe meridional do Miño, ou por acaso, sorprendelo na compaña lanzal e vigorosa de don Ramón Otero Pedrayo... De ser Moliére de aquí -digo-, é un dicir posible e metafórico, eu sopóñoo amador da neboeira e do licor café.

   Imaxínoo agora discutindo con Risco e con Cuevillas sobre a misantropía e os amantes magníficos, namentres os tres compoñen un barroco de esquina no Café Royalti... Puidera ser que Euxenio Montes introducira, dandy e excesivo, unha chulería de gladíolos que puxera en Poquelin coma un sorrir adversativo, audaz, un comentario lúcido e endiañado, pois ó fin o Moliére compón o verso sobre a condición humana e non por entre nenúfares e bixutería.

   Agora baixa só e namorado, ¿ou baixa só e cornudo?, pola Rúa da Alba. Agora emprende a tarde confundido. Búlenlle farsas médicas e aprensivas no caixón do escritorio. Hai unha peza por escribir. Hai un papel co que iniciou a outra noite o universo; "O enfermo imaxinario". Puxo. Titulou apremado. Como retendo ideas no adxectivo.

   Supón Moliére, e supón ben, maltratado por este París, ¡que diga!, por este Ourense que proclama virtude e fede a hipocresía. Hai avaros, tartufos, hai badocos, sombras hai que acoitelan na sombra a sombra súa. Ou sombras de coitelos que lla teñen xurada. El non o ignora. El sabe descifrar perfectamente o ollar cabrón desas beatas que agora saen da misa das oito en Santa Eufemia. É veciño Moliére de figas e aldraxes, ¡vade retro, apestado!

   Xa se sabe Moliére páxina de maldición, páxina en peste, inferno. O inferno mesmo.

   Por iso agora supoñede a Moliére enredando en facer suposicións de que está morto. De que en Ourense, en París... ben... en Febrerio, néganlle terra, descanso, altar, néganllo todo. É a factura eclesiástica que paga. É a vinganza de Tertuliano contra os cómicos. Coñece a Apoloxética e o sino do apestado.

   E porén, agora imaxinade a Moliére imaxinando en Ourense unha comedia. Inventando retratos e sucesos -digo eu, calcomanías- algo coma un territorio que viñese encher de luz e de ocorrencias a nosa escena nacional ou salvar este país se fose o caso. Aínda que agora, namentres retorna á casa e cae a tarde por Reza e polas Caldas, se veña preguntando por penúltima vez se este país andará enfermo de imaxinación ou simplemente é que padece algunha enfermidade imaxinaria.

                                                                   Manuel Guede Oliva, Ourense, Setembro-86
(Introdución de O enfermo imaxinario de Moliére, La Voz de Galicia, Ed. Xerais, 2005, tradución de Manuel Guede, páxs. 15 e 16)

La Catedral y el Niño (1948) de Eduardo Blanco Amor

1976, Ed. del Centro
É a súa primeira novela, e nela xa aparecen todas as súas constantes narrativas. As dúas primeiras edicións se publicaron en Arxentina, 1948 e 1956. A terceira e definitiva, con revisións de certo relevo, en España en 1976, pola Editorial del Centro. A última edición data do ano 1997, Vigo, pola editorial Galaxia.

O mundo de Auria, recuperado nun exercicio da memoria, móstrase a través do ollar dun neno, Luis, que contempla a desintegración da súa familia - a figura do pai é particularmente negativa, unha mescla de "señorito", lacaceiro, xogador, ignorante e estragador da súa propia fortuna e a da súa muller- e que
terminará emigrando á Arxentina, como o propio autor cando ten dezanove anos. A novela, de indubitábel sabor autobiográfico ben que nun marcado transvase de clase social, analiza con lirismo, ironía e por veces con soterrada tristeza, a vida pechada dunha pequena cidade cuxa falta de perspectivas culturais e económicas empurran o protagonista a procurar novos horizontes.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Socorrito, a tola



“Pro cando tiñamos pasado a Ponte Maor...” páx.91

“Ó pasar de novo polo cumio da Ponte Maor, veume ós miolos un pronto de “pensamento”, tan súpeto e fero, que a pouco pego un brinco polo petril pra tirarme ó río.” Páx.92

“Ó chegar á outra banda da Ponte, o Milhomes trouxo da taberna do Sancristán, que xa estaba a porparar pra a feira do día sete, que é alí pertiño, que xa axiña escomenzarían de chegar os feirantes, dúas boas botellas de augardente, que boa falla nos facían pra non esmorecer.” páx.92

“Iamos por uns carreiros apartados que se entraban polo meio das viñas das aforas...” páx.95

“A teima que levara durante todo o día, e aínda máis forte desque viñera a noite, era de tere que estar con muller, de iso non o podiamos apartare” páx.96

“De sócato Xan...meteuse a caminar por unha verea que atravesaba a finca do Abade das Vellas... Foi diste modo como chegamos ó Campo das Bestas que vén sere, coma vosté me enseña, o logar onde os varrendeiros van baleirar o cisco da cibdá.” páx.97 

“No meio do campo o terreo vén a formare un illó ou lagoíña, bastante fonda, que aló fan as augas chovedizas... Agora estaba xeada entre as moreas do esterco e brilaba coma un espello embazado, polo gallo da lúa, que xa cuase desaparecera tras o monte de Santa Ladaíña pro que aínda lle apañaba un retrinco.” páx.98 

“Nun alpendre que aló hai, un pouco alonxado da beira do campo do cisco, e meio tapado por uns bidueiros novos, vivía Socorrito, a tola...” páx.98

“O ceio estaba limpo e caía a rabiar a xiada. Do terreo erguíase unha fumaza ou brétema que quedaba a pouco altor i escomenzábanse a vere, polos cumios do Montalegre, as luzadas, aínda moi borrallentas, do mencer.” páx.101 

  Eduardo Blanco Amor, A esmorga. Ed. Galaxia, 14ª edición, xaneiro 1995, Vigo.