viernes, 24 de febrero de 2017

Una visita al convento (III)


"Poco nos podemos detener, porque el tiempo de que disponemos es poco y para ver el convento haría falta un mes.


Extensos corredores que se cruzan y entrecruzan, filas de celdas, salones inmensos, escaleras perdidas en el espesor de los muros que, ora serpean por altos torreones ó descienden hasta lóbregos subterráneos, patios distintos, claustros sin fin; por último, un laberinto del cual es imposible salir y que aturde, marea, fascina con sus vueltas y revueltas, sus arcadas derruidas, sus columnas vacilantes, sus desiertas celdas, sus abandonados salones de altas é imponentes bóvedas bajo las cuales aun se figura la imaginación oir los pasos de los antiguos frailes que errantes vagan gimiendo en las ruinas.

Y todo esto cubierto de yedras y jaramagos, de alelíes y zarzas, formando colgantes puentes, enredadoras guirnaldas, caprichosos lazos, flotantes flecos, floridas matas, impenetrables bosquecillos, verdes tapices, bien olientes búcaros dánle un aspecto pintoresco, agradable, poético, sonriente que embelesa, admira, complace y encanta y que al mismo tiempo que recrea la vista, esparce y sorprende nuestro oido con agradables armonías, mezcla de gemidos y de ayes, apagados cantos, lejanas vibraciones, misteriosos acordes, alegres risas, melancólicas cantinelas, que todo esto y mucho mas produce el juguetón cefirillo deslizándose entre la movible fronda.

Y en medio de todo esto, siente uno que el asombro y el terror se apoderan por completo del alma ante aquéllos balcones sin antepecho cerniéndose sobre el abismo, aquellas bóvedas agrietadas que amenazan desplomarse, aquél pavimento que tiembla bajo los más leves pasos, y aquél aire comprimido que repite cien y cien veces el más ténue sonido despertando los adormidos ecos.

Tratemos, pues, de dar únicamente una ligera idea."
          
Heraclio Pérez Placer,
“El Escorial de Galicia”, El Álbum Literario, 11 de novembro de 1888, nº41, páx. 3-4. 

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