lunes, 20 de febrero de 2017

De Cea á Osera (II)


"El paisaje varía completamente.


Al verde trébol de los frescos prados suceden las negruzcas matas de áridas montañas.
Por doquier la vista se estiende no vé ni un árbol ni una casa; solo entre gigantescos peñascos y como bajo su amparo encontramos el caserío de Silvaboa, pequeño grupo de raquíticas cabañas en las cuales se albergan una docena de míseros labriegos.

Así caminamos un buen trecho sofocados por un Sol abrasador y un polvo seco y asfixiante.

A nuestra izquierda há tiempo que se eleva alto muro flanqueado de cuando en cuando por pequeños torreones, cubiertos por festones de enredantes yedras, entre las que asoma la zarzamora con su negro fruto semejando llúvia de azabaches sobre esmeraldino manto.

Cerca de una hora llevábamos de camino, al cabo de la cual llegamos á una pequeña eminencia y el horizonte se despeja por completo.

A nuestros piés queda el santuario de la Ventela, pequeña ermita donde descansaban los frailes cuando salían de paseo; á la izquierda el pueblo de San Martín, aldehuela formada por esclavos y siervos del convento, y que aún hoy sus habitantes no poseen bienes teniendo que vivir de arriendo, y por fin allá á lo lejos, perdidas entre el boscage de centenarios robles, colúmbranse las torres del gigante monasterio.

A su vista desaparece como por ensalmo nuestra fatiga y, ansiosos de llegar pronto, apresuramos el paso."

Heraclio Pérez Placer,
“El Escorial de Galicia”, El Álbum Literario, 28 de outubro de 1888, nº39, páx. 2-3. 

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