jueves, 23 de febrero de 2017

Una visita al convento (II)


"Rostro fino y ovalado, bajo el cual parece se ve palpitar turgente y abultado seno que oprime con su peso bien redondeadas caderas sostenidas á su vez por gruesos y fornidos muslos rematando en bien torneadas pantorrillas que de unión sirven á diminutos piés, mantiénense en actitud tan lividinosa y escitante que á mas de un buen padre inspirarían tentaciones y á algun novicio impúber chocaría su escandaloso aspecto..


A la derecha del citado portón elévanse dos torres perdidas entre un verdadero boscage de parietarias y una de ellas, medio arruinada, sosteniendo su bóveda por un milagro de equilibrio, ó cual si la sostuviesen los verdes brazos de la trepadora yedra.

Delante se extiende una inmensa plazuela y á la izquierda el cementerio.

Esta fachada fué empezada por el abad don Félix de Bárcena y concluida por su sucesor Fray Dionisio Limbrón.

Por falta de tiempo dejamos de contemplar la fachada que mucho y bueno tiene para mas despacio, y sintiendo una especie de asombro y de respeto atravesamos el lindar  del vetusto monasterio.

Qué decir, ni como empezar, sin fuerzas nos sentimos, pues solo un genio puede describir la emoción que se siente al penetrar en este desierto retiro.
Ancho patio de estilo plateresco rodeado de esbeltas columnatas unidas entre sí por bien redondeados arcos de entre cuyas juntas brota un desbordamiento de frondas á través de las cuales adquiere el Sol un tinte verde y misterioso al enredar entre ellas su rubia cabellera, es lo que á primera vista se ofrece."

Heraclio Pérez Placer,
“El Escorial de Galicia”, El Álbum Literario, 11 de novembro de 1888, nº41, páx. 3-4. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario