lunes, 17 de marzo de 2014

Una posesa de los diablillos

"Salí a su encuentro. Ludivina venía con la chambra desgarrada, pasmados los ojos, sin párpados, como una muñeca rota, como una posesa de los diablillos, ofrecida al Santo Cristo de A.... Parecía ahogarse como si no le entrase el aliento, encarnada hasta la frente llena de venas. Traía en la mano un pequeño lío de ropa, una prenda apretada contra sí. Por un jirón de la chambra aparecía y desaparecía un pecho pequeño, dorado, como algo de comer."

Eduardo Blanco Amor, Los miedos, ed. Destino, Barcelona, 1963, 1ª edición, páxs. 85-86

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