jueves, 11 de agosto de 2016

A Colleita, 55

                                                               O POETA TULSIDAS
Tulsidas, o poeta, vagaba pensoso, beira do Ganxes, pol- o paraxe solitario onde queiman os mortos.

E atopóu a unha muller que s´hachaba sentada ôs pes do cadavre do seu home, vestida aledamente como pra unha boda.

Erguéuse ela ô fitalo, saudóuno, e díxolle: "Dóname a tua beizón, Mestre, que quero irme ô ceio cô meu home."

Tulsidas respondéulle: "¿Qué presa tes, miña filla? ¿Non é tamén ista terra d´aquel que fixo o ceio?"

"O ceio me non importa", dixo a muller, "o que quero é o meu home."

Tulsides contestóulle sorrindo: "Anda â tua casa miña filla. Denantes de rematar iste mes atoparalo."

E a muller tornóuse â sua casa, dichosa d´espranza.

Tulsidas iba todol-os días a vela, e faguíalle pensar en cousas outas e ateigóulle o corazón d´amor divino.

Cando o mes pasóu, viñeron os veciños â sua casa, e perguntábanlle: "Muller, ¿atopaches xa ô teu home?"

A muller sorría e decía: "Si."

E eles quixeron ollalo, e perguntábanlle agoirantes: "¿Onde está?"

                                                         "O meu Señor háchase no meu corazón, ven conmigo", dixo a muller.

   (Vicente Risco, A Nosa Terra, nº 56, 30 de maio de 1918) 

 



(Autotraducido por Tagore do orixinal bengalí,  Fruit-Gathering, 1916)




Tulsidas, el poeta, vagaba pensativo, orilla del  Ganjes, por el paraje solitario donde queman los muertos.

Y encontró a una mujer que estaba sentada a los pies del cadáver de su marido, vestida alegremente como para una boda.

Se levantó ella al verlo, lo saludó y le dijo: "Dame tu bendición, Maestro, que quiero irme al cielo con mi marido.”

Tulsidas le respondió: "¿Qué prisa tienes, hija mía? ¿Non es también esta tierra de Aquel que hizo el cielo?"
"El cielo no me importa", dijo la mujer, "lo que quiero es mi marido."

Tulsides le contestó sonriendo: "Anda a tu casa, hija mía. Antes de terminar este mes, lo encontrarás."
Y la mujer se volvió a su casa, dichosa de esperanza.

Tulsidas iba todos los días a verla, y le hacía pensar en cosas altas, y le llenó el corazón de amor divino.

Cuando el mes hubo pasado, vinieron los vecinos a su casa, y le preguntaban: “Mujer, ¿has encontrado a tu  marido?”

La mujer sonreía y decía: "Sí."

Y ellos quisieron verlo, y le preguntaban impacientes: "¿Dónde está?"

"Mi Señor está en mi corazón, uno conmigo", dijo la mujer.

  (Zenobia Camprubí, La Cosecha, 1918)

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