jueves, 23 de junio de 2016

"Un cabecilla" de Valle-Inclán

"El guerrillero volvió a pasarse la mano por los ojos, luego descolgó el cinto el clásico rosario de  cuentas de madera, con engaste de alambrillo dorado, y diósela a la vieja, que lo recibió sollozando. Aseguróse mejor sobre el bardal, y murmuró austero:
-Está bendito por el señor obispo de Orense, con indulgencia para la hora de la muerte."

                       Fragmento del relato "Un cabecilla" de Jardín Umbrío
                         pág. 243  Obra completa, I Prosa, de Ramón del Valle-Inclán


Este relato apareció, por vez primera, en septiembre de 1893, publicado en la revista EXTRACTO DE LITERATURA de Pontevedra. En un estudio comparativo, A. G. Solalinde apuntó que el relato de Valle-Inclán se inspiró en otro de Prosper Mérimée -"Mateo Falcone"- que data de 1828. Podemos encontrarlo publicado en "Jardín Umbrío. Historias de santos, de almas en pena, de duendes y ladrones", recopilación de cuentos que nos llevan a la Galicia patriarcal y céltica que forma en gran medida el mundo valleinclaniano.

"Un cabecilla" nos cuenta la truculenta historia del castigo que un hombre inflige a su mujer. Un hombre que es molinero, pero que en la segunda guerra carlista se echó al monte -nos cuenta Valle-Inclán- como atroz partidario carlista. El molinero, con sus cinco hijos, se ha emboscado con la facción. La mujer queda a cargo del molino, pero en una visita de los negros liberales al molino, la pobre mujer -forzada por las circunstancias y asustada- delata a la partida de su esposo. El marido es presentado como un carlista: fanático obscuro, arriscado y cruel. Ni corto ni perezoso se adentra en el fondo del bosque con su mujer, a la que lleva a punta de escopeta y, al pie de un retablo de las Benditas Ánimas del Purgatorio, tras darle el rosario de cuentas de madera a la mujer, le dice:


"Está bendito por el señor obispo de Orense, con indulgencia para la hora de la muerte".

Y tras el rezo del rosario, el viejo carlista se echa la escopeta a la cara, apunta y sin que lo disuadan ni los lloros ni los gritos de su desgraciada mujer que le ruega: "¡No me mates!", el cabecilla de la partida dispara a su mujer y la mata.

"El cabecilla alzó de la arena ensangrentada su rosario de faccioso, besó el crucifijo de bronce, y sin detenerse a cargar la escopeta huyó en dirección de la montaña".

Valle-Inclán sirvió, con esta narración, a la propaganda liberal que pintaba a los carlistas como feroces fanáticos sedientos de sangre. El "faccioso" (así le llama el mismo Valle-Inclán al personaje) de su relato, el cabecilla que da título al mismo, es un hombre tan despiadado que no titubea en inmolar a su mujer en las aras de la causa política.

                    Publicado por Barandán en el blog Libro de horas y hora de libros

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